TERRITORIO

Aproximación a TERRITORIO
Ana González Salvador
Universidad de Extremadura
Cáceres, 1996



A pesar de lo sofisticado de las tecnologías de síntesis, a pesar de la manipulación digital, algo natural y sencillo nos introduce en el Territorio de Rades.
Se trata del viento.
Corriente de aire que, incluso antes del primer compás, abre las compuertas de la música donde, en seguida, irrumpe la voz.
Se me antoja que la voz de Rades recorre su personal geografía hecha de estratos históricos y notas electrónicas -lo que él llama Territorio-atravesándola como una exhalación. Se diría que esa voz persigue una meta. Tiene un objeto de deseo. Es su propia flecha.
Con ímpetu irresistible, esa voz que es hálito, soplo no exento de animalidad, esa voz construye un espacio al que de antemano se le ha exigido que sea amplio y extenso. Dicho sea de paso, se lleva por delante cualquier frontera.
Me gusta pensar que a la voz le atrae más la fusión que la división. De ahí el encuentro: lo primitivo y lo contemporáneo. Un vals de otros tiempos se arranca en Portugal, con un tempo un tanto arrastrado, canalla por momentos, a la manera parisina, porque esos valses son siempre franceses y no vieneses, que lo sé de buena tinta.
Para el oído que penetra en el Territorio de Rades, escuchar lo que viene a su encuentro significa una experiencia tonificante.*

Significa también emprender no ya un viaje (en el sentido del ya obsoleto "trip"de los 70) sino una suerte de marcha, concebida ésta casi como ejercicio físico. Para seguir a Rades en el vigor de su composición se necesita buena salud.

La voz es andarina. Por momentos se hace juguetona. Salta y brinca por los riscos acústicos, acompaña el ritmo de un trote... Avanza la caravana.

En este Territorio, nada de paseos sin rumbo fijo, nada de deambular perdido por ahí, en el ensimismamiento de un pentagrama. Si hay ensoñación, ésta se desarrolla en la acción y no en la contemplación. Aquel que busque meditación zen se encontrará con una adoración pagana.
Este territorio necesita del oxígeno.
Por eso aprecio que a la voz se la oiga respirar. Algo de "jondo" hay en ella. Corpórea y visceral, sale de dentro, concretamente del estómago, para plantarse ahí afuera, en el mundo.
Este derroche energético se arraiga con generosidad en la creación. Sin necesidad de recurrir a textos inteligibles, Rades inventa su lenguaje hecho de retazos de idiomas existentes e inexistentes. La voz confirma que en el inicio no fue el verbo sino el aliento creador.
Y es que su compromiso está en otra parte.
Se trata del Territorio de la música y poesía, sin discursos, en el que las sílabas se encadenan a sí mismas.

Entre mágico y sensual, presentes el humor y la ironía, a veces tierno pero sin texturas blandas, con reminiscencias de la infancia o con la delicadeza del tintineo del carillón... así es el Territorio. Y en él, la inocencia, tozuda, persiste.
En todo caso el Territorio es contundente.
Aquí el compromiso es con la tierra aunque se añora el mar, gran ausencia...
El compromiso es vitalista.
Al Territorio terreno de Rades le gustan las dehesas, las cañadas, los cencerros, los pastores y los rebaños. Sí, los rebaños... pero en movimiento.

Surgen los temas de "Trashumancia".
Aunque a la voz, por momentos, también parece que le agrada el sosiego.
Nos sorprende con un de repente inteligible castellano:
"Y te recuerdo amor mío, mientras duerme el rebaño al lado del río".

Pero lo búcolico-pastoril muestra inmediatamente su otra cara :
"las cartas de amor" se escriben "en el barro".
Algo de Hades hay en Rades.
Dicen que en las entrañas de toda Tierra se encuentra el Dios de los Infiernos.
Conciencia de la frontera.
Nativo de una tierra difícil porque la expansión de sendas - en la encrucijada- es ahora Raya, este Territorio musical nos dice que hay que reinventar los países.
Algo de radical hay en Rades.
Como una fatalidad del nombre o, quizás, como una fatalidad en el hombre.
Radical, el Territorio se produce en las raíces, de manera completa pero sin limitación: sabe de etnias y de mestizajes.

País imposible -pero real- como deben ser las ficciones.
El Territorio se genera a sí mismo... con entusiasmo. Por momentos es festivo.
¡Cobres y campanas al vuelo!
En él no hay grito de queja. En todo caso lamento... que rima con viento.
Un viento de comprensión de sangres antiguas.
La voz se impregna de exaltación, de invocaciones arcanas, de lirismo.
En su fuerza se desnuda.
Cerca está ya la vecina "saudade".
A la voz, a veces, no le ampara el instrumento -a lo sumo una guitarra. La fragilidad entonces despunta y, en directo, se descarna.
Por eso, también quiero creer que a la voz no le falta melancolía... a la manera peninsular.